martes, 25 de diciembre de 2007
Cosas de tias
Mas tarde, cuando vuelva a Chile, mi amor de tia se canalizara en trabajar para poder estar aqui el dia en que llegue a este mundo
Y quizas hasta le escribire cosas importantes y le enviare lapices de colores para dibujar.
sábado, 22 de diciembre de 2007
Correspondencia Cosmica
Como decirte... es necesario tener las palabras correctas: estoy feliz y estoy triste, asi se dice, no?
Si tu supieras como estoy feliz!!!
y si supieras la profunda marca de mi tristeza solapada debajo de mi felicidad. La cancion era para mi, si...
pero de ahora en adelante la cantare para ti.
Abramos todos los regalos y despidamos al pasado desde la ventana. Hagamos una reverencia por los que vienen y por el recuerdo que no me abandonara jamas.
VOY A SER TIA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
jueves, 6 de diciembre de 2007
miércoles, 5 de diciembre de 2007
El náufrago
Son los días, querido, son los días los que pasan incansablemente, pero sin pasar por mí. Es la gente, amigo, es la gente que viene y se va, con sus palabras y sus ganas de vivir, o de morir, pero sus ganas al fin y al cabo, esas ganas que yo no poseo y que envidio secretamente mientras aspiro un cigarro importado. Entonces naufragio en el árbol y sonrío para que no se extienda este cáncer innegable que me está lacerando el corazón a cada vuelta del reloj. Y tengo miedo, te digo, miedo de que no haya árbol y que no haya cáncer y yo ya esté muerto.
domingo, 2 de diciembre de 2007
Cigarro a.m.
Cerrada la puerta bastó dar tres pasos para que me invadiera un dios macabro. Comenzó como un resoplo en mi frente, casi una casualidad, el viento desde las sienes hacia las orejas llegando hasta la nuca, recorriéndome la espalda hasta alcanzar la punta de los pies. Tragué saliva en una acción amarga que me fue creciendo dentro como un fruto malogrado, volviéndose un cuchillo de doble filo bajándome por la garganta, una llama punzante albergada en estómago. Fumé un cigarrillo o dos, quizás ninguno.
Era su influjo irrenunciable, su voz pronunciándome, la memoria del momento exacto en que se hizo el mundo y la certeza de que la próxima vez, el próximo clamor, la próxima esperanza, sólo podrían provenir de sus manos en llamas, atravesándome.