domingo, 10 de agosto de 2008

Nada tiene que ver su ausencia aparente o mi deliberado sentido del olvido. En la casi perfecta calma de los días que se suceden, permanece el recuerdo de que no es posible olvidarla o pretender borrarla ni de aquí ni de allá. Quisiera permitirme buscarla de una manera más real, dejarle mensajes bajo la puerta, acaso notas en blanco, esperarle en el patio y espiar sus rodillas descubiertas bajo la basta de alguna falda.

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